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Despegar los pies del suelo: Como un ave

  • Foto del escritor: Luana Cabrera
    Luana Cabrera
  • 6 jul 2017
  • 6 Min. de lectura

DESPEGAR LOS PIES DEL SUELO Y ALEJARSE CADA VEZ MÁS, ESTAR EN CONTACTO CON LA NATURALEZA DESDE LAS ALTURAS, UN LUGAR PRIVILEGIADO PARA TODO SER HUMANO. ESO ES VOLAR EN PARAPENTE. LA INVITACIÓN ESTÁ EN EL AIRE.


Texto y fotos por Luana Cabrera


“¡Corre, corre, corre!”. Cada zancada es impulsada por una dosis de adrenalina. “¡Corre!”, te repiten. De pronto algo tira de ti hacia atrás, pero sigues corriendo sin detenerte, como si de eso dependiera tu vida, como si alguien te persiguiera y formaras parte de una película de acción. Corres por una pendiente que termina en un precipicio, te preguntas si saldrás ileso de esta situación, pero, justo cuando el camino se acaba, tus pies se despegan del suelo como por arte de magia. La tierra se aleja cada vez más y la brisa se vuelve más fría. Estás volando, parece irreal. Estás a la par de las nubes junto a las aves. Ahora no hay cielo que te detenga.


Con esta sensación se entiende por qué el ser humano ha dedicado tanto tiempo a crear herramientas para poder surcar los cielos y por qué hay tantas personas adictas al parapentísmo. Es con esta práctica que el cuerpo siente que está volando por su propia cuenta, sin un artefacto que lo eleve ni un motor que lo impulse.


“Cuando mis pies se despegaron del suelo por primera vez, si acaso medio metro o menos, simplemente, tuve esa sensación de estar despegando para iniciar un vuelo maravilloso. Y así fue”, relata la parapentista competidora venezolana a nivel nacional e internacional, Joanna Di Grigoli (@joannadigrigoli), cuando, hace 17 años, estaba iniciando el curso para convertirse en una profesional del vuelo.


“Una de las cosas que más me encanta de esto es volar por encima de los lugares de mi niñez: mi casa, las calles donde jugaba y mi colegio. Es como vivir ese sueño mágico que todo niño tiene”, agrega Di Grigoli a través de una pantalla de computadora desde el otro lado del Océano Atlántico, pues hoy vive en Francia.

Volar en un avión es como volar en una casa. Se tiene la percepción de altura pero no existe el viento en el rostro, no hay vacío bajo los pies. Con el parapente es todo lo contrario. Se es libre, se es pájaro.





Venezuela para levantar el vuelo


A diferencia del paracaídas, el motor que impulsa el vuelo en parapente no es la altura sino la brisa. Es la manera más cercana de imitar el vuelo de las aves. Planear, realizar maniobras con precisión, subir, bajar y hacer giros, usar el viento, las corrientes de aire caliente (térmicas) y frías para continuar en el cielo. Es un deporte que permite despegar los zapatos de un mundo regido por la gravedad para elevarse hasta donde el planeta adquiere su redondez. No hay nada más encantador que volar en la misma “térmica” que los zamuros.


Varios son los lugares en Venezuela donde, desde el aire, una infinidad de elementos crean imágenes que pasan rápidamente ante los ojos como una película y que hacen que cada vuelo sea único: cascadas, lagos, ciudades, montañas, valles y precipicios. Sin embargo, siempre habrá una sensación que se repite: sentir que el cuerpo es el que está volando.


No hay mareo, no hay vacío y no hay vértigo. Es un viaje tranquilo y relajante. Ciertamente, el único elemento que hace falta para convencer a una persona de que vuele en parapente es, simplemente, el paisaje.

Placivel, en el estado Aragua; Nirgua, en el estado Yaracuy; Playa Los Cocos, en el estado Vargas; y también los estados Mérida y Trujillo, son lugares que los expertos en el vuelo recomiendan para practicar este deporte y vivir una experiencia con las mejores condiciones de seguridad. Pero si de zonas de vuelo hablamos, esas abundan en el país.


“Decir que prefiero un paisaje sobre otro es bien difícil. Obviamente, uno siente cierto arraigo por su tierra, pero en el resto del mundo hay pasajes alucinantes”, comenta Di Grigoli, esa parapentista que ha dejado en alto el nombre de Venezuela. Su última hazaña fue en noviembre pasado al superar el récord sudamericano femenino de distancia abierta, donde logró volar 400,4 kilómetros.


Visitar ese espacio azul


“¿Y si me tropiezo mientras corremos por la pendiente?, ¿y si el viaje es turbulento?, ¿estoy haciendo lo correcto?”, dice una de las pasajeras de Luis Gierschman (@parapente_laguaira) -reconocido por su experiencia de casi 20 años y sus vuelos en las playas de Vargas -antes de iniciar su despegue en las faldas de El Ávila.


La mayoría de las personas que desean realizar un vuelo biplaza, donde el piloto se encarga de hacer todas las maniobras y el pasajero solamente admira el paisaje, normalmente llegan con ciertos temores.




El parapente es una herramienta de vuelo segura y de alta tecnología. Es un planeador ultraligero flexible conformado por una “vela” de vuelo, a base de una tela aerodinámica, que se controla con unas cuerdas que van unidas a la silla del piloto y del pasajero. Además, para los casos donde las circunstancias no pueden ser controladas, el paracaídas de emergencia siempre está a la mano.


“Los únicos momentos cuando se siente la adrenalina son: en el despegue, porque vas corriendo por una pendiente, y durante los giros que se hacen en el aire si el pasajero lo pide”, explica Gierschman, mientras las olas del mar chocan con las piedras bajo un sol de mediodía en la costa. “Acá en La Guaira el paisaje lo vale todo. Cuando vuelas te olvidas de los temores”.


El parapentismo es sinónimo de paciencia. Sin las condiciones climáticas no se practica. De hecho, su calificación como deporte extremo se debe al máximo cuidado y respeto ante las condiciones climáticas para un vuelo tranquilo. Es un desafío a la concentración mental para entender las señales del viento; un ritual donde el hombre y la naturaleza se fusionan.


“Este deporte es, en esencia, individual y los pilotos llevan pasajeros para compartir lo que ellos ven desde el cielo. Lo lindo es que varios compañeros pueden estar en el aire al mismo tiempo y eso crea un ambiente de camaradería difícil de superar en otros deportes”, señala, en esta oportunidad, Frank Tovar (@paseoenparapente), piloto en Placivel (vía la Colonia Tovar), reconocido por sus grandes logros en las competencias a nivel nacional.


El parapente no es para autodidactas -dice. Hay que hacer sí o sí un curso con instructores homologados. El deporte es bastante autorregulado por los propios pilotos que llaman la atención o excluyen a quienes ponen en riesgo la práctica”.


En estos cursos se aprende a inflar el parapente, a despegar, a aterrizar, a volar asistido por radio, a conocer nociones de meteorología y aerodinámica, a hacer maniobras básicas de descenso, a girar en el aire, a hacer aproximaciones y aterrizar en llanura o en zonas de montaña. Para los más experimentados están los cursos de incidencia donde el piloto aprende sobre las situaciones de emergencia.


“Esto es toda una pasión. Básicamente, el parapentismo es pedirle permiso a la tierra para visitar el lugar menos invadido por el hombre: el cielo”, comenta.


Es despegar los pies de la tierra, estar en el aire solo con tus pensamientos, observar, sentir olores, colores, sonidos y formas muy diferentes a como se viven en la tierra. Es sentirse no como una persona contaminante del mundo, sino como un admirador de su belleza.




Debe saber:


  1. Si bien Venezuela es privilegiada por las diversas zonas que permiten un perfecto vuelo en parapente, debe tomar en cuenta que si no es un piloto certificado debe estar acompañado de uno que sí lo esté. Así mismo, aunque haya realizado el curso de parapentismo, los expertos recomiendan, siempre, mantener comunicación con personas tanto en la tierra como en el aire, porque, en caso de aterrizar en una zona alejada, pueden ir en su búsqueda.

  2. Cuente con ropa deportiva, zapatos cerrados y una chaqueta que lo abrigue, pues, si se llega a más de 2.000 metros de altura, el frío puede ser un problema.

  3. No hay restricciones. Quien lo desee puede practicar este deporte, solo necesita un poco de fuerza en las piernas para realizar ese maravilloso despegue.

  4. La duración del vuelo acompañado de un piloto depende de las condiciones del viento y de lo que ofrece cada empresa. Normalmente dura alrededor de 20 minutos, pero si las condiciones no son aptas para aterrizar este tiempo puede aumentar.

  5. Si quiere practicar este deporte por primera vez, los dos sitios recomendables para un vuelo sereno son Placivel y La Guaira. La diferencia entre ambos, además del paisaje, es que en el primero el piloto intentará llevarlo a la altura necesaria para observar el Lago de Valencia, el Embalse de Zuata y el morro de San Juan de Los Morros, además de mostrarle, desde diferentes ángulos, la zona que rodea la pista de despegue. El segundo se caracteriza por planear apenas se toma vuelo, y si la altura lo permite, podrá volar por encima del mar y ver desde el cielo los corales bajo el agua, a los surfistas esperar las olas y a los nadadores buscando peces.

  6. La empresa que lo llevará a volar a Placivel, Nirgua, el Picacho de Galipán en El Ávila, Mérida y Guatire es Autana Aventura (@autanaventura). Parapente La Guaira (@parapente_laguaira) será la que los lleve a ver, desde otra perspectiva, las costas del estado Vargas para llenarse los ojos del azul del mar.

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